domingo, octubre 30, 2005

La Primera Primavera que Detesto

Me cansé de resbalar calles sin ti, se me hacen pesadas las mañanas. Ya llegó la primavera, pero la detesto, me rebelo. Hay un mar entre nosotros y no es de dudas, no es de llanto. Las palabras nos reconciliaron, se marchaba la Esperanza y estallaba en llanto el masoquismo, pues nada más quedaba que tus llagas. Otoño primaveral en medio de la capital, una paz lejana, como extrañada, como añorada. A ratos pienso en ti, me invade tu carácter predecible. La ciencia de tu encanto, el desgarro de mi propio Lepanto. Me he estado descascarando, expiando gratitudes del pasado, montando un circo en el desierto. Solo con todo el mundo, divagando, divagando, repitiendo frases sin sentido, llenando el hueco inhóspito que me dejaste. Amputado, sin manos. Tus risas. Tus llantos. Odiando a las parejas que me rodean, iracundo y tirano como en la canción de Serrano. Lo extraño es respirar, contener un aire extraño mezcla de esmog mezcla de fresas. Amanecer abatido, rendido ante una mirada ausente que me pena, que me habla. Llenando de Esperanza al Cronopio que juraba controlar las leyes que rigen las cascadas. Omnipotencia cubierta de arrogancia. Egoísta e indiferente, patíbulo perfecto para estremecerse con los pájaros, obviamente cuervos de cien ojos, todos robados, la usurpación bendita de tus labios.

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