domingo, noviembre 27, 2005

203

En medio del tormentoso ritmo de la ciudad de Santiago se levanta un oasis de juerga, filosofía, distorsión, deporte, economía, psicología, literatura, gastronomía, arte, y otros menesteres.
Detrás de la puerta que cuelga apacible la combinación secreta 2-0-3, se abre un mundo de posibilidades, un refugio que reune a una mítica fauna de personajes con un sin fin de oficios e ideales. Puede existir una semana de mierda en el itinerario personal de un pasajero del 203, pero siempre habrá un vaso limpio en la cocina para un vaso de agua o algo más atrevido, como una piscolita, una chela helada o un tonto-ron.
A veces este reparito se camufla de empresa, de biblioteca de estudio, de discoteque, pub, restaurante, fuente de soda, tienda de música, tierra de cultivo, debate presidencial, pizzería... lo que demuestra una vez más la flexibilidad epistémica de este recinto.
Políticos, chantas, beodos, poetas, barman, enciclopedias andantes, musicos, filósofos, arquitectos... todo un ejército de zombies citadinos que se dan cita en una noche de sana y alegre conversación.
Salud por el 203 y por sus administradores...
Salud también por los pasajeros que transitan el umbral de lo desconocido...
Salud también por las pocas féminas que han pisado esta tierra santa...

jueves, noviembre 17, 2005

En el espiral de mi caída recordé haberme puesto el paracaídas. Las nubes me saludaban con un aire de soberbia dulce, aquella actitud cínica que a veces se confunde de gracia y preocupación. Las gaviotas pululaban como polillas rebotando contra el cristal de una bombilla, salvo que ahora el cielo era aquella esfera contorneada que nos regalaba la luz del sol. Caía y recordaba el otrora Altazor de Huidobro, rebotando contra minúsculas resistencias a cargo de revolucionarias partículas que se negaban al peso de mi cuerpo. Soy pesado, eso ya lo sé. Sin embargo algo en mi intuye el cambio, el paso o la trasmutación hacia un estado incierto pero agradable. Una de las gaviotas que me acompañan se posa sobre uno de mis hombros y me canta una canción. La melodía me traslada a otras tardes, al olor a leche y a vainilla, al oasis de mi infancia, al calor de mi madre, su paciencia y la frescura de su cara. Seguí cayendo mientras despertaba de ese lapsus hermoso. La gaviota cantante ahora me susurraba al oído y rezaba palabras extrañas, en otros idiomas, en otras frecuencias. Su plegaria amoldaba cada uno de los latidos de mi corazón. De pronto un destello de luz se abrió paso entre las sarcásticas nubes que ahora me daban su espalda. El pajarraco ahora me miraba a los ojos y una lágrima caía por un costado de su pico. Mis nervios se endurecieron con una velocidad mística cuando entendí el significado de sus oraciones. Ahora agitaba mis brazos tratando de espantar a la bestia que se negaba a abandonarme. Sus palabras me dañaban y el aleteo de su vuelo despistaba a las sirenas que conmigo volaban. “No va a volver, no va a regresar”. Así comenzaba el rosario de la gaviota, que se clavaba en mi pecho como una vieja revelación. Continuaba escupiendo palabras mientras en vano yo trataba de enterrarlas. Cavaba el foso de la inconsciencia y tapaba el hueco con las flores que nunca me regalaban. Una a una iban cayendo las palabras de la gaviota, pero desde las napas subterráneas se colaban las letras para salir al sol en forma de espinos y plantas. Yo caía también, pero jamás florecía, así que decidí elaborar una maniobra frenética para posarme sobre un arcoiris desteñido que las nubes habían dejado abandonado. Las sirenas continuaron bajando. Yo estaba helado. (continuara...)

viernes, noviembre 11, 2005

Promesas

¿acaso no habíamos dicho que ya era demasiado?
¿acaso no habíamos prometido no volver a hablarnos?
¿acaso no habíamos preferido la soledad de nuestros cuartos?
¿acaso no habíamos jurado no volver a mirarnos?
¿entonces que chucha hacemos aquí "métale" tirando?

EL SPOT

"Estas escaleras te conducen bien
¿Y tú lo puedes hacer mejor?"

domingo, noviembre 06, 2005

DESPIERTA!!!

Despierta esperanza. Despierta y salta de la cama. Allá está nublado y acá está soleado. A veces me cuestan las palabras. Escribiría en el cielo lo mucho que me encantas. Tus nubes me persiguen cada mañana, me falta tu risa y me falta tu calma. Me agarrabas de tu mano y me secuestrabas por un campo de frambuesas y manzanas. No importaba si yo hablaba con las vacas. Lo irreal de tu presencia todo lo espanta. Hasta mis más oscuros fantasmas, los que rondan por las noches alcoholizadas. Te marchaste en septiembre, yo alenté tu partida, pero me arrepiento por las calles que lloran nuestra ausencia. Serás feliz de conocer el mundo de fantasías. Yo te esperaré aquí, sentado bajo un palto, decorando estrellas con los dedos, marcando estelas de cometas inseguros con los párpados. Quizás alguna lágrima corrompa la piel de mis mejillas, pero la humedad del consuelo habrá de abrir las puertas de la tranquilidad, joya tan preciada y perseguida por el arsenal de mis oscuras y claras motivaciones. Extraño el té con leche y el pan con palta, aquellos vértices delicados que se abrían paso entre tus cabellos rizados. Tus barcos se abrían paso entre la niebla de mis dudas, espolones y cañones de encantos. Explorabas todos los vericuetos que llegaban hasta mi plaza para montar una pirámide imaginaria que levantaba tus manos hacia las mías, sellando palabras, miles de palabras que enardecían nuestras soledades y las exiliaban, dejando un sendero iluminado por donde transitaban nuestras revoluciones, las antiguas y las nuevas, las malas y las buenas. Nadie sabe lo que significa estar aquí, mirando la playa desierta con el recuerdo de tus labios. Nadie sabe lo que es estar allá, mirando el cielo nublado con el recuerdo de mis manos. Pasan las horas, pasan las horas y tú respirando. Pasan los días, pasan los días y yo esperando.