Hay muchas nubes ultimamente, el gris pasoso se pega en la piel y debo confesarles que me desagrada. Necesito luz, sol, ideas, fuerzas... que se yo... dinámica. Entre tanto gris hoy amaneció soleado y la sensación es homologable a esa mínuscula fracción de tiempo que experimenté hace un par de semanas en Algarrobo, en la playa, cuando visitando una feria artesanal con mi compañera de viajes, escuché el tamborileo estrepitoso de Optimistic desde un equipo de música instalado sobre una máquina de cabritas.
Extraña conexión y extraño lugar para encontrarse con una de las canciones menos oscuras de entre la oscuridad misma que simboliza el Kid A. Sí, porque Optimistic suele regalarnos luz entre tanta pastosidad de artefactos y artilugios que se disfrazan de guitarras y estructuras simples que alguna vez reinaron en la tierra media de Radiohead.
Optimistic brilla con su apertura y su final... digno de una entrada o final de película magistral... aquel uuuhhh, uhhhh, uhhhh... que nos refriega Thom sobre nuestras pastosas caras cansadas de levantarse temprano y arrancar la máquina del estudio, del trabajo, del amor calendarizado, o sea el sistema, la posmodernidad de los snobs, el siglo XXI a destajo.
Esta salió del pantano, esta es optimista... como si el resto fuera indescifrable, inalcanzable... hermoso pasaje que por locas razones ya no forma parte de la fauna de canciones que los Radiohead nos interpretan en vivo.
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