En medio del tormentoso ritmo de la ciudad de Santiago se levanta un oasis de juerga, filosofía, distorsión, deporte, economía, psicología, literatura, gastronomía, arte, y otros menesteres.
Detrás de la puerta que cuelga apacible la combinación secreta 2-0-3, se abre un mundo de posibilidades, un refugio que reune a una mítica fauna de personajes con un sin fin de oficios e ideales. Puede existir una semana de mierda en el itinerario personal de un pasajero del 203, pero siempre habrá un vaso limpio en la cocina para un vaso de agua o algo más atrevido, como una piscolita, una chela helada o un tonto-ron.
A veces este reparito se camufla de empresa, de biblioteca de estudio, de discoteque, pub, restaurante, fuente de soda, tienda de música, tierra de cultivo, debate presidencial, pizzería... lo que demuestra una vez más la flexibilidad epistémica de este recinto.
Políticos, chantas, beodos, poetas, barman, enciclopedias andantes, musicos, filósofos, arquitectos... todo un ejército de zombies citadinos que se dan cita en una noche de sana y alegre conversación.
Salud por el 203 y por sus administradores...
Salud también por los pasajeros que transitan el umbral de lo desconocido...
Salud también por las pocas féminas que han pisado esta tierra santa...