Capitulo uno
Ponle freno de mano. No vaya a ser que la fuerza de gravedad nos juegue una trampa. La aceleración es una magia indescifrable. Nos caeríamos. Pero no los dos. Te caerías tú. Me caería yo. Es distinto. Tú lo sabes. Esa misma mano que cae pidiendo algo subirá entonces. Serán los pies los que caigan. Favor por favor. El mismo caleidoscopio que se abría en tu cabeza se trizará y la luz volverá a su única dimensión. Desde nunca debió haber salido.
(saltar directamente al capítulo tres)
Capitulo dos
¿Eres feliz? ¿Realmente eres feliz? Qué pregunta más absurda. Pero pareces feliz. Bajando a noventa kilómetros por hora. Casi morimos, pienso. Tú me tranquilizas. Eso no era parte del contrato. Reloj. Hora. Tiempo. Espacio. Prometimos la nada misma. Nos vendimos uno al otro. Pero parecemos felices. Eso es lo importante.
Capítulo tres
Un libro abierto. Entonces se abre una caja de herramientas. Un alicate. Una tuerca. Una llave inglesa. No cualquiera llave. No francesa. No americana. No chilena. No. Tú lo sabes. De todas maneras inglesa. Entonces meter mano. No sexual. Sólo mecánico. Doy vuelta la llave. Inglesa. No cualquiera llave. La tuerca rueda. Rápida. Lenta. Se pega como el perfume de tu boca. Entonces se detiene y la llave (Inglesa. Siempre) se estanca. Sol. Algo parece distinto. Magia. Valencias. Espanto.
(sólo ahora leer el capítulo dos)
sábado, agosto 06, 2005
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